miércoles, 30 de abril de 2014

Consciencia corporal - consciencia de si mismo – consciencia del espacio - consciencia de los otros

Consciencia corporal - Consciencia de sí mismo – consciencia del espacio - consciencia de los otros– 
Joaquín Benito Vallejo“Educar-nos para la ternura –El tacto y el contacto corporal en las relaciones humanas” Ed. Corona Borealis


Palabras clave

Apoyos – forma - volumen – tensión – colocación – temperatura – respiración – latido – espacio envolvente próximo anterior posterior - objetos – espacio de los otros – del otro – cuerpo del otro – tono – respiración – ego – alter. Eutonía, Mindfulness, Psicomotricidad. Movimiento Orgánico.


Síntesis
La consciencia del propio cuerpo implica la consciencia del espacio, la de los otros cuerpos de las otras personas que ocupan también el espacio.                      

Al referirse a la consciencia corporal deberíamos centrarnos fundamentalmente en el movimiento y a las tareas relacionadas con él,  ya que es el quehacer más importante del cuerpo y es la función de la que podemos ser más conscientes. Nuestra consciencia del cuerpo, de sus órganos y funciones, es prácticamente nula.





                     

           Así pues, la consciencia del propio cuerpo incluido el movimiento es limitada, muy limitada incluso. Siendo tan solo además, un aspecto de la consciencia de sí mismo. Esto último abarca un campo más amplio que el propio cuerpo, aunque no dejen de estar ligados a él: pensamientos, sentimientos, sensaciones, emociones…, contradicciones, conflictos… La consciencia de sí mismo y la consciencia corporal deberían ir ligadas pero a menudo no es así.


                     En cualquier caso, la consciencia corporal implica la consciencia del espacio,  y la consciencia de los otros. Porque nuestro cuerpo ocupa un espacio, y cuando se mueve y se desplaza, un espacio que también está ocupado por los otros, por lo tanto se necesita un mínimo de consciencia del espacio que nos rodea y de las demás personas que viven y habitan ese espacio.


                     Hemos de ser conscientes de que nuestro cuerpo, nuestra psiquis, nuestra personalidad, nuestra supervivencia  meramente animal, pero más aún social depende del medio ambiente en que vivimos, un medio no solo físico, sino social y cultural, creado y alimentado diariamente por las demás personas, que también viven en ese espacio y es compartido por ellos. Vivir significa compartir. No podemos vivir sin los demás.


                     La consciencia corporal se lleva a cabo y se desarrolla mediante el movimiento y el tacto fundamentalmente.  El movimiento es la función más activadora de esa consciencia al transmitir el máximo de informaciones sobre la actividad corporal, muscular, articular, tendinosa, segmentaria, etc. Y también sobre el estado de ánimo y emocional, porque estos se reflejan en el cuerpo.  Cuerpo y movimiento son la materia y la acción donde se inscriben y se expresan las emociones. Estar y sentirse pesado, tenso, inquieto, rayado, liviano, despistado, centrado, eufórico, altivo, arrogante, tímido, cabizbajo, sonámbulo…, son los diversos reflejos de las emociones.


                     Y por otra parte, a través del movimiento tomamos consciencia del espacio, del espacio que ocupamos, -la kinesfera- del espacio que compartimos, del espacio total en que nos movemos.


                     Mediante el movimiento se ejerce un continuo juego de tensiones musculares, a través de las cuales puede despertarse la consciencia no solo de la tensión, sino del volumen, de la temperatura, del espacio interno del cuerpo.


                    Nuestra limitada y relativa consciencia  debe situarse en el conjunto de nuestro cuerpo y en cada una de sus partes ejerciendo su función sobre todo en relación con el movimiento. Durante el movimiento las partes activadas son todas, pero de manera diferente. Aunque siempre de manera interrelacionada. (Y todo lo que hacemos en la vida diaria es movimiento.)


                     Ser conscientes en cada momento del cuerpo en relación con el movimiento, es estar presentes en nuestro cuerpo, estar presentes en nuestro yo, en nuestro ser. En el aquí y en el ahora. En cada instante.


                     No estar en nuestro ser en cada instante, significa estar perdido, distraído, disperso. Es propio de las situaciones de estrés. O de enajenamiento y de alguna forma de alienación. Estar presente corporal y conscientemente, nos equilibra, nos tranquiliza, nos hace más disponibles hacia uno mismo, hacia los otros, y para la actividad.


                     Estar disponible es estar atento y receptivo hacia lo que uno mismo y los demás necesitan y desean de nosotros. Estar disponible significa, tener la capacidad de dar y recibir, de darse. Darse a sí mismo y darse a los demás.


                     Estar presente, ser consciente, es sentir al cuerpo de modo global y unitario, a la vez que en cada una de sus partes en su función, -decíamos antes-.


                     Ser consciente a nivel global es sentir y percibir el cuerpo entero desde los pies a la cabeza, en su posición, en sus apoyos con el suelo, en su acción o movimiento, en su ocupación del espacio, en su relación con los demás.


                     Su posición, en principio, parte de la verticalidad, estemos erguidos de pie o sentados o caminando, la verticalidad de nuestro eje que nos equilibra y sitúa, de nuestra pelvis y columna. Si estuviéramos acostados la posición base sería la horizontalidad.


                     Una primera tarea podría ser la observación de nuestra posición. ¿Nos encontramos en la posición vertical, cómo y de qué manera? ¿Todo el cuerpo mantiene esa alineación? ¿Todas las partes? Una observación posterior y consecuente sería ¿Qué sensación, emoción, sentimiento… me suscita esa posición? ¿me siento triste, altivo, resignado, preocupado? Lo sienta o no, esos estados se reflejan en la posición y en el movimiento. Lo sienta o no, otros solo con ver esa postura, dirán esta triste o altivo, o etc., aunque no sepan explicar porqué. En principio, la observación corporal de uno mismo es muy difícil, no estamos acostumbrados a ejercerla.


                     En un segundo momento o fase podemos empezar a observar cada parte del cuerpo en esa posición. Primero hacemos una observación global, posteriormente más detallada.


                     La consciencia corporal durante las clases o ejercicios de movimiento es una muy concreta. Pero yo quiero referirme aquí a otra, a la consciencia fuera de esas situaciones oportunas. Quiero referirme a la consciencia en la vida cotidiana, cuando no estamos participando exactamente en esas clases de movimiento. La consciencia cotidiana puede ser una consecuencia de las clases o no. Puede haber consciencia en las clases pero quedarse ahí sin ser llevada  a la vida cotidiana.  Y puede darse en la vida cotidiana sin haberlo aprendido en clases especiales, sino que se ha aprendido en la misma vida.
                   Ser consciente corporal en la vida cotidiana significa sentir como  caminas, te sientas, estás,  y además, ser  consciente  del entono que te rodea y de las personas que hay en él.


                     Ser consciente del propio cuerpo, del propio ser, implica ser consciente del cuerpo de los otros y del espacio que ocupamos y nos interrelaciona. Lógicamente, la consciencia del propio cuerpo nunca puede ser igual  que la consciencia que tengo del cuerpo del otro, del otro ser, de la otra persona corporal.  No, porque los canales perceptivos utilizados son distintos en cada caso. En la percepción del propio cuerpo son fundamentales los canales interoceptivos y propioceptivos, mientras que en la consciencia del otro así como del espacio, se activan los canales exteroceptivos. Y la vivencia es más profunda en el primer supuesto. Le atañe a uno más directamente. La implicación corporal es mayor si se da a niveles propioceptivos, que por los canales esteroceptivos.


                     En la consciencia corporal propia tanto estando estático, -erguido, sentado, echado también pero quizá menos-, como desplazándose, es significativo sentir los apoyos con el suelo, el volumen global del cuerpo, la ubicación de cada parte dentro del conjunto corporal, la tensión muscular global y la tensión de cada zona en particular, así como la  respiración.     


                      Al desplazarse, al caminar, la consciencia ha de estar además, en la forma en que se mueven las distintas partes del cuerpo dentro de la unidad corporal, y hay que dar más importancia al espacio por el que nos desplazamos y que ocupamos, -la kinesfera- que va siempre con nosotros acompañándonos, que forma parte de nosotros, el espacio íntimo que nos rodea y nos protege. Además, de cómo ese espacio está ocupado por objetos, aparatos y otras personas. Sobre todo en las ciudades donde pueden existir aglomeraciones grandes, en algunas calles comerciales y en los medios de transporte entre los que destaca el metro.


                     En las calles, la consciencia del espacio permite que no nos golpeemos con el mobiliario callejero y sobre todo que no golpeemos o nos metamos en el espacio personal de otras personas, lo que supone una invasión de su kinesfera, del espacio personal inherente a su propia persona. Se trata de compartir un espacio común, de ambos o de todos, sin perjudicar a los demás. Esto nos exige también percibir el ritmo de los desplazamientos, acomodarnos a ellos, a veces ir más rápido y otras más lento, a veces acelerar y otras, frenar. Es decir, a la consciencia espacial se le suma la consciencia temporal.


                     Cuando además nos desplazamos portando con nosotros otros objetos, que es lo habitual, bolsos, mochilas, carros de compra, maletas, paraguas, u otros objetos más difíciles aún, como por ejemplo, un objeto largo y puntiagudo como un palo, barra,  o similar, la consciencia ha de estar además en el tamaño y espacio que ocupan esos objetos, así como la forma de llevarlos, para evitar y prevenir que con ellos no golpeemos o hagamos daño a otras personas. El objeto que portamos es una prolongación del propio cuerpo.


                      Puede parecer una tontería, o una mínima y básica regla de educación, pero en general se tiene poca consciencia de esto por lo que molestamos a las otras personas que ocupan accidentalmente el mismo espacio que nosotros. Es fácil verlo a diario. Personas que nos atropellan o que atropellamos. Personas que nos empujan o que empujamos. Sobre todo en el metro es muy habitual ver gente con mochilas que se la está metiendo literalmente por las narices a otras personas. Si hay una cierta dificultad en percibir el espacio a nuestro alrededor, la zona más difícil es la espalda. Aquí, la poca consciencia que podamos tener desaparece por completo. Por ello, como apuntaba antes, hay que ser conscientes también de cómo hay que portar los objetos para tener más percepción de ellos, y para colocarlos donde menos podamos molestar a los otros. También la forma de llevarlos, debe ser la que menos molestia nos cause a nosotros, pero los demás deben ser más o tan importantes como nosotros en esto.


                     Desarrollar este tipo de consciencia no significa solamente tener una mínima regla de “urbanidad” o de educación con los otros, significa mucho más, significa que el ego, esté en concordancia con los otros, con los "alter egos".


                     Estos aspectos intentamos desarrollarlos en las clases para aplicarlos posteriormente a la vida cotidiana.


                     La conciencia del otro/s va implícita en la conciencia de sí. Lo que nosotros somos se lo debemos en gran medida a los demás. Nuestro ser se forma en relación con los demás. Sin ellos, nosotros nunca hubiéramos sido. Sin embargo esta conciencia parece muy relativa. Parece que nuestro ego ahoga al de los demás. Parece que utilizamos a los demás únicamente para lo que nos conviene. No nos han educado para convivir ni compartir con los demás. Lo queremos todo. Queremos ser más que el otro. Por encima del otro. En contra del otro. A pesar del otro…

                    Nos han educado para competir, no para compartir. Esta es la razón por la que una gran mayoría opina que el ser humano es egoísta "por naturaleza". Se confunde lo natural con lo aprendido. Nos han enseñado y educado para ser más que los demás. Para ser y estar sobre los demás. Nos han enseñado a desconfiar del otro como un enemigo capital. No nos han enseñado ni educado para compartir privilegios y responsabilidades desde que nacemos.


                     Otra realidad es que, o nos han educado en la abundancia o en la carencia. Nunca en la equidad, nunca en el desarrollo del propio yo. O nos han dado lo que no necesitamos o nos han quitado lo necesario. Ambos caminos llevan al mismo puerto. A querer ser más que el otro, a costa del otro, por encima del otro. Porque sencillamente no somos nosotros.


                     Tener consciencia  del propio cuerpo y de los otros va más allá del propio cuerpo. Es ser consciente de uno mismo como persona, como ser único e intransferible. El psiquismo radica en el cuerpo pero no es solo el cuerpo, es distinto al cuerpo. Tampoco es más que el cuerpo. En la consciencia del ser está integrado, ha de estar integrado, la consciencia del cuerpo, del espíritu y del otro.


       “Ruth Nejter –eutonista argentina-.Cuando hablamos de conciencia, de la propia conciencia, no puedo dejar de pensar en la "conciencia comunitaria" en poder abrirnos a una conciencia global que nos involucre para una sociedad mejor. Menos violenta. menos voraz, con una competencia que se oriente a ser mejor y no a tener más.”


                     Cuando se trata de cuidar o acompañar,  a enfermos, ancianos o niños, o trabajar terapéuticamente con otra persona, así como con ejercicios en clase entre parejas, tratamos de desarrollar estos aspectos: consciencia corporal propia, consciencia del movimiento, consciencia del espacio, consciencia del otro/s, consciencia del espacio compartido, consciencia del ritmo de uno y otro. Así como la adaptación al otro, la compartimentación con el otro, sin dejar de ser uno mismo, sin perder la propia identidad. Cuando se trabaja con otra persona (pacientes, enfermos, alumnos, compañeros…) se ha de estar en vinculación profunda con esa persona.

- Pero no solo en los casos terapéuticos, sino siempre hemos de ver a los demás tan importantes e imprescindibles como uno mismo, donde el Yo y los Otros mantienen un equilibrio-.


                     La consciencia del otro, la consciencia del espacio, tenerle presente, supone no la autogestión sino la cogestión. Un ser tiene que gestionarse su vida pero teniendo en cuenta la vida del otro, con lo cual hay que compartir, no hay que excluir, esa co-participación, implica la co-gestión. Gestionar la vida en común, en relación con los otros, adaptación mutua, aceptación mutua. Hay cosas, espacios y aspectos que pertenecen a ambos, aunque también hay otros que pertenecen a uno solo. Aceptación del otro implica por tanto también, que el otro es distinto, que tiene cosas diferentes, que tiene decisiones propias que pertenecen a su vida nada más.

                     Y en esta sociedad en la que vivimos, -y hoy más que nunca-, estamos gestionados, manipulados, engañados, castrados..., por mafias asentadas en los gobiernos, por psicópatas  políticos y empresarios. Que quieren que sigamos peleando entre nosotros, a ver quién es el mejor, olvidando que contra quienes tenemos que luchar es contra ellos, contra aquellos que no nos dejan ni SER.



No hay comentarios:

Publicar un comentario