EUTONÍA
y MOVIMIENTO ORGÁNICO
EN LA FORMACION PERSONAL Y PROFESIONAL DEL MÚSICO.
Joaquín Benito Vallejo
(Madrid, Marzo de 2000, revisado en Julio de
2012)
Eutonía
Etimológicamente, la
palabra eutonía procede del griego eu
(bueno, óptimo, armónico) y tonus (tensión muscular). Por consiguiente, el
concepto de eutonía, quiere definir
la tensión justa, equilibrada y armónica que la actividad humana
requiere en cada acción y situación, postura y movimiento.
El tono, por su parte, se
asocia en un sentido más amplio, no solo con la tensión muscular sino con la
energía vital de todo el organismo. Está ligado, tanto con los procesos
fisiológicos más primarios, como con el
movimiento y las acciones voluntarias.
Constituye la masa plástica donde se asientan las emociones.
Configura la actitud y la gestualidad personal de cada uno. Está presente en
toda acción y situación, interna y externa, respecto a uno mismo y a las
relaciones con el entorno y las personas. Representa tanto el grado de la
tensión muscular como su calidad, ligada
más al psiquismo, cualidad difícilmente
mensurable.
Gerda
Alexander acuñó ese término para denominar la metodología corporal que durante
décadas se dedicó a elaborar mediante
una continua investigación y experimentación consigo misma, con sus
alumnos y con los pacientes afectados de diversas dolencias, a los que atendió.
Nació en Wuppertal (Alemania) a principios del siglo XX y
murió en los últimos años del siglo que ha finalizado, en Dinamarca, país en el
que vivió la mayor parte de su vida. De
niña estudió piano y danza. Fue discípula de la Escuela de Rítmica de J. Dalcroze
empezando a trabajar con niños a los 18 años. Aparte de sus preocupaciones
pedagógicas, pues luchaba por desarrollar en sus alumnos el movimiento natural,
tenía sus preocupaciones personales a causa de una enfermedad detectada
precozmente: reumatismo articular con la agravante de una endocarditis. Por
esta causa vio truncada su carrera como
bailarina. Los médicos le aconsejaron mucho reposo, así como no realizar
movimientos violentos. Sin embargo, éste hecho fue el origen de su metodología,
ya que se dedicó a investigar en sí misma el tipo de movimientos que podría
hacer utilizando el menor gasto de energía, las formas de estimular su tono y de ser plenamente activa sin dañarse.
Al
corresponder su apellido con el de Mathias Alexander, autor de la “Técnica
Alexander”, ambos sistemas son
confundidos a menudo, pero en su esencia son completamente distintos, aunque
puedan existir algunas coincidencias teóricas. Gerda A. promulgó en alguna ocasión que su
sistema no era una técnica, sino un método pedagógico y terapéutico, “ una actitud nueva ante los seres y ante la vida”, que “permita a la persona sentirse para poder
ser ella misma”. Quizá en ese enunciado queden establecidas las diferencias
entre un Alexander y “otra” según mi
forma de interpretarlo.
movimiento
orgánico
Movimiento Orgánico es sinónimo de Movimiento Natural, ambos términos los
utilizamos independientemente. Podíamos describirlo como el movimiento fluido,
armónico, libre y equilibrado. El movimiento propio de un cuerpo sano, libre de
tensiones e inhibiciones. La manifestación de un cuerpo flexible, sensible y
expresivo que actúa ajustándose a las leyes naturales.
Sobre estas leyes hemos desarrollado
la metodología denominada MOVIMIENTO ORGÁNICO (M.O.) cuyo objetivo general es
potenciar, mantener y restablecer en el ser humano los factores naturales del
movimiento.[1]
Origen, Escuela y derivaciones.
Las raíces del M.O. como
metodología, hay que buscarlas en la Escuela Alemana de principios del
siglo XX, en los nombres de Rudoph Bode y Heinrich Medau
entre otros, de los cuales carecemos de toda referencia bibliográfica. Ligados
con esta escuela, sobre la que ejercieron gran influencia, aparecen también los
nombres más conocidos de Rudolf V. Laban, Isadora Duncan, Mary
Wigman, Kurt Jooss y su alumna Pina Bausch, impulsores de la
danza expresiva contemporánea. También estuvo estrechamente relacionada y
ejerció una gran labor la Escuela de Rítmica de Emile Jaques Dalcroze,
quien creó una nueva educación corporal e implantó el ritmo en las escuelas,
como base del desarrollo integral del niño. Discípulas directas o ligadas
a estas escuelas fueron Rosalía
Chladek, Elsa Gindler o Yvonne Berge,
que desarrollaron métodos propios
de relajación, consciencia corporal o
movimiento y Gerda Alexander, creadora de la Eutonía.
Sin entrar en comparaciones ni
calificaciones, después de hacer esa breve reseña histórica, intentaré exponer
de la forma más concreta y clara
posible, los aspectos en que la Eutonía y el Movimiento Orgánico pueden
ser de gran ayuda para los músicos. Ambas tienen muchos puntos en común.
Englobaré
esos aspectos en tres objetivos escalonados sin que nunca dejen de conformar
una unidad. Los definiré basándome en los intereses y preocupaciones concretas
de los músicos, y de otro tipo de colectivos y personas, con una terminología asequible.
1.-
Adquirir la postura óptima;
2.- Sacarle el máximo partido al
instrumento; y
3.- Lograr la comunicación con el
público.
A
continuación explicaré más ampliamente todo cuánto esto significa.
La buena
postura, ya sea sentado o de pie, es tanto el resultado como la condición
para no sufrir dolores ni tensiones
musculares o articulares y evitar la fatiga y cansancio excesivos, cuando se
está tocando el instrumento. Prevenir, además,
el desgaste prematuro de todo el organismo, las desviaciones de columna,
la artrosis, la tendinitis, las dolencias crónicas derivadas del desarrollo de
la profesión, que exige permanecer gran parte del día a lo largo de toda la
vida expresándose mediante el
instrumento musical.
Estos
son logros pertenecientes a la salud física con implicaciones siempre en la
esfera psíquica.
Dicho en otros términos, la postura óptima se
consigue, afinando y regulando el tono,
-una de las leyes naturales del movimiento-, la tensión que cada parte del
cuerpo soporta al estar tocando el instrumento. Cada parte del cuerpo ha de
tener la tensión justa según su distinta función lo requiere dentro de la unidad corporal.
Así, unas zonas pueden encargarse de sostenernos; otras de moverse, actuar,
tocar; otras más, pueden permanecer en un cierto grado de relajación, pero
todas actúan en común interrelación en la búsqueda de la armonía de la unidad
corporal. La postura correcta significa
el equilibrio corporal: tónico, muscular, óseo, articular, orgánico e incluso
psíquico.
Pero
para llegar a éste resultado que supone
una auténtica transformación personal, no valen recetas, ni consignas
mágicas, ni oraciones, ni sugestiones, únicamente es posible, como propician la
Eutonía y el Movimiento Orgánico, mediante una profunda educación de la sensibilidad y la percepción
corporales que desemboca en una toma de consciencia del propio cuerpo.
Aprender
a sentir y conocer el propio cuerpo. Sentir cómo responde a los
estímulos, cuáles son sus recursos, cuáles sus dificultades, sus inhibiciones,
sus bloqueos.
Sentir
conscientemente, en todo momento, en la inmovilidad y en el
movimiento, cada una de las partes del cuerpo, no de forma segmentada, sino formando
una unidad de acción, postural y de movimiento, de apoyos, de fuerzas,
de equilibrios, de relaciones, de transmisiones. No meramente una unidad
física, sino una unidad psicofísica, en la que esas fuerzas, órganos y músculos
son portadoras de sensaciones, contienen un significado emocional. Entonces, nuestro cuerpo está “presente” en
nosotros, en nuestra conciencia, está vivo, está habitado.
Sin embargo, nuestro cuerpo no vive aislado en una urna de cristal dentro de un
espacio ingrávido, vive sobre la tierra
dependiendo de ella y su fuerza de gravedad, sobre las cuales se
ha ido conformando nuestro organismo, se ha ido desarrollando el movimiento y
el tono, adaptándose a ellas.
Hay que
sentir y tomar consciencia de cómo nuestro cuerpo se relaciona con la
tierra, de cómo esa relación tiene que ver a la vez con nuestra estructura
física y psíquica, con nuestra forma de ser y de estar.
La
calidad del movimiento de nuestros brazos depende de nuestros apoyos.
Nuestros miedos, dudas e inseguridades también dependen de ello.
Metafóricamente, nuestro cuerpo es como un árbol: cuánto más fuerte y profundo sea su enraizamiento en la
tierra, más amplias y frondosas serán sus ramas.
Por otro lado, “tener los pies en la tierra”
significa estar en la realidad. Estar bien asentados significa tener buena
estabilidad; tener recursos para adaptarse a las contingencias; conocer
nuestras posibilidades y nuestros límites. Si andamos flotando, si andamos por
las nubes, puede ser muy bonito en un instante, pero a la larga podemos darnos
muchos golpes, la ensoñación puede acabar convirtiéndose en pesadilla.
Adquirir la postura correcta implica necesariamente tener
consciencia de nuestro cuerpo y de su
relación con la tierra, estar equilibrado física y mentalmente.
Tanto la Eutonía como el Movimiento Orgánico
desarrollan la consciencia de cada parte del cuerpo, de la estructura ósea, del
espacio interno, de la respiración, de la envoltura externa: - la piel -, de la
unidad corporal en la postura y en el
movimiento, así como su relación con la gravedad y su apoyo sobre la tierra.
Solamente a través de la consciencia podemos transformar y mejorar el
funcionamiento total del cuerpo.
Nuestro
cuerpo vive y crece además en otra
realidad ineludible: el espacio. El espacio no es algo abstracto, es real. Se
puede sentir y tocar. Es el lugar que ocupa nuestro cuerpo, el lugar donde
respiramos y nos movemos. Ofrece una resistencia determinada a nuestro cuerpo
que éste ha de vencer. Es el medio en el que nos encontramos con los demás,
donde intercambiamos experiencias, palabras, gestos, sonidos. Donde nos
relacionamos, nos expresamos y nos
comunicamos con las demás personas. Es el medio en el que utilizamos las
herramientas con las que trabajamos, los
objetos de los que nos servimos. Es un medio real que nos exige conocerlo,
adaptarnos a él, organizarlo y
organizarnos corporal y mentalmente respecto a él. Es un medio lleno de connotaciones afectivas
y simbólicas. Puede despertar alegría y placer o temor, inseguridad y angustia.
Todos
tenemos un espacio propio, personal, más allá del contorno real de nuestro cuerpo, similar a un aura que
llevamos siempre con nosotros, dónde
solo dejamos entrar a personas de confianza, personas queridas, con las que nos
place compartir nuestras vivencias. Ese espacio necesita también ser sentido,
vivido y habitado, ser plenamente consciente de él, de las sensaciones
que nos suscita, de lo que significa.
El
espacio personal e íntimo del músico abarca y se confunde con el espacio del
instrumento que toca. Rodeándole hay un espacio más amplio cuyo límite se
encuentra allí donde llegan perceptiblemente
las ondas sonoras, el espacio de sus oyentes, a los que tanto su
propia sensibilidad como la fuerza emocional y expresiva de los sonidos,
permiten que penetren en su cuerpo y espíritu, que vibren y se emocionen con
ellas. Es el espacio de la comunicación
en este caso.
Antes
de seguir, vamos a hablar un poco respecto a “tocar”. En español se dice:
“tocar el instrumento”, al acto de hacer música con él. Pero en realidad, ese hecho es mucho más que
tocar. En otros idiomas se expresa como “jugar”, “ponerlo en marcha”, o
“hacerlo funcionar”. Tampoco proporcionan la dimensión justa de su significado.
El
concepto de tocar significa ejercer el sentido del tacto. A través del tacto
sentimos nuestra piel, nos sentimos a nosotros mismos y sentimos las cualidades
de los objetos de nuestro entorno:
formas, texturas, tamaños, consistencias, temperaturas, pesos, etc. El tacto
desempeña tanto funciones fisiológicas, como afectivas, como cognitivas.
Cuando
hablamos de “tocar” un instrumento no nos referimos a desarrollar la función
del tacto. Queremos expresar que se está haciendo “hablar” a ese instrumento,
extrayéndole sonidos con timbres e intensidades diferentes, más rápidos o más
lentos, encadenados, formando melodías que nos transmiten sensaciones y estados
de ánimo. No es solo el acto de tocar, sino frotar, vibrar, percutir, rascar,
acariciar... Para ejercer esta segunda labor es esencial la modulación del tono
muscular, corporal y emocional, pero tampoco podría ejercerse sin el tacto.
Tono y tacto van unidos. Ambos son imprescindibles para la vida, pero el tacto
quizá sea más primitivo, mientras que la
modulación del tono es una tarea más
elaborada y compleja.
Cualquiera
que sea el instrumento utilizado, sea su apoyo el suelo o el propio cuerpo del
músico, éste ha de sentir su instrumento, su forma, su textura, su peso, su
volumen... Sentir su espacio. Acoplarse con él en ese espacio, incorporarlo al
propio cuerpo. Esto le proporciona una relación más profunda y auténtica.
Las
manos, independientemente de su papel de sostener o de tocar, deben saber registrar los más variados y ricos matices
del tono. Saber utilizar la tensión
justa en cada momento, de la que dependen la variedad y calidad de los
movimientos, la flexibilidad, la
precisión, la fuerza, la rapidez, la independización, la disociación, la coordinación,
etc., capacidades necesarias tanto para poder extraer al instrumento los
sonidos de más variados y ricos matices
y las melodías más sublimes, como para
no sufrir calambres, tendinitis, tensiones ni fatigas innecesarias. La calidad
del tono, por otra parte, se relaciona directamente con las emociones y los
sentimientos. Es lo que posibilita que la música tenga vida y transmita
pasiones. El tono es el medio fundamental de expresión de las emociones a
través de la actitud corporal, el gesto y el movimiento. Para el músico, su medio
de expresión es el instrumento, a él llegan sus emociones a través de su tono y
de él salen convertidas en arte.
Tanto
la estimulación y educación del tacto, como del tono, según los variados
aspectos enumerados anteriormente, conforman los objetivos prioritarios de la
Eutonía.
Falta
para concluir, uno de los conceptos pedagógicos más originales e interesantes
de la Eutonía y quizá, el fundamental: el contacto.
Si con el tacto percibimos las cualidades de los objetos y de nuestra piel, con el
contacto penetramos en su esencia. Con
el tacto permanecemos en la superficie, mediante el contacto traspasamos
conscientemente el límite visible, penetramos en el interior. Nuestro
cuerpo está pleno, habitado por nuestra conciencia y a la vez se hace disponible
y permeable al exterior. Se fusiona con
el instrumento, éste es una
prolongación del propio cuerpo. El espacio se llena de la irradiación y la
energía corporal así como de la conciencia. No puede haber contacto sin que
participen el cuerpo y la mente. Cuerpo, instrumento y espacio se sienten
habitados y presentes.
“No sólo estoy yo en ellos, sino
que ellos están en mí. A la vez que mi cuerpo, mis sensaciones y mi consciencia
se proyectan fuera de mí hacia el entorno próximo, incorporo a mi consciencia
las cualidades del espacio y de los
objetos y siento en mí a las personas que me rodean, que me escuchan o que me
ven. Siento su tono, su actitud, su disposición, sus dudas o recelos. Mi cuerpo
se abre a los demás. Estoy presente en mí y siento a los otros
simultáneamente. Yo salgo hacia ellos para que ellos vengan a mí.”
Conseguir que nuestro cuerpo tenga “presencia”, que esté
vivo ante los demás, que irradie un magnetismo, que atraiga, que seduzca
incluso, depende de la fuerza y de la
integridad con que sentimos nuestro propio cuerpo y de la capacidad de que esa fuerza interior se transmita a las demás
personas que nos rodean.
“Para que los demás me sientan
tengo que haber desarrollado previamente la capacidad de sentirme a mí mismo y
proyectar mi imagen hacia los demás con la fuerza adecuada. Para
yo sentir a los demás tengo que tener el deseo y la capacidad de captar su
imagen, su energía, su sentimiento. De la misma manera que mi cuerpo se hace
presente para mí porque lo siento profundamente y soy consciente de ello, para
estar presente ante los demás he de sentir el espacio, mi espacio y el de los
otros, espacio compartido, espacio de
comunicación o de contacto, he de sentir a los otros en ese espacio. Comparto la presencia de los otros sin
inmolar la propia. Soy consciente de mí
y de ellos. Estoy con ellos sin dejar de ser yo. Soy yo sin imponerme a
ellos. Para estar presente y ser sentido, no necesito gritar, ni gesticular, ni
hacer movimientos amplios y ceremoniosos, ni ponerme una ropa llamativa, ni un perfume excitante.
Puedo ser yo y estar presente ante los demás con toda mi fuerza interna, en la
inmovilidad, en el silencio, en la humildad.”
Algunas
personas parecen tener este don innato. Son los artistas y los genios. La
mayoría -incluidos los genios-, han de cultivarla permanentemente. A esto nos
ayuda la Eutonía.
Alguien puede tocar una melodía a la
perfección pero dejarnos completamente fríos, indiferentes, sin transmitirnos
nada. Quizá alabemos su destreza virtuosa. Nada más. Otros artistas no son
perfectos ni virtuosos, sin embargo, su sola entrada en escena ya nos emociona.
No necesita ninguna arrogancia ni extravagancia. Su silenciosa presencia
irradia a todo el espacio, su modo de tocar nos levanta del asiento, nos
conmociona. Son los que están en profundo contacto consigo mismos; los que han
podido lograr que el instrumento forme parte de ellos y se convierta en el
medio de expresar lo que ellos son. Los
que han desarrollado la capacidad de sentir y estar con los demás, los que están en contacto con su público.
Esto no
corresponde a ninguna filosofía exotérica.
Significa estar en contacto con la realidad. Contacto con nuestro cuerpo, con sus apoyos
en la tierra, con lo que hacemos, con
el instrumento que tocamos, con quienes nos comunicamos. Es ser un
organismo vivo que se siente a sí mismo y siente a los demás, como corresponde
al ser humano. Que está en comunicación
con los demás, dando y recibiendo. Y que en esa medida es sentido por los
demás.
Son
estas actitudes, fundamentalmente, las
que la Eutonía y el Movimiento Orgánico ayudan a desarrollar a través de una
ejercitación y experimentación múltiple, profunda y rigurosa, consigo mismo,
con los objetos y con otras personas.
[1] Cuerpo en armonía –Leyes
naturales del movimiento- J. Benito
Vallejo. INDE Publicaciones Barcelona 2001
Te cojo los consejos porque es bueno saber cambiar de rutinas como coaching de equipos, a ver que tal nos va con ellas, gracias!
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