jueves, 7 de febrero de 2019

SABOREAR EL MOVIMIENTO


     
      SABOREAR EL MOVIMIENTO
 -Hay que iniciar, amable y pedagógicamente al aprendizaje del movimiento-.




Queremos ofrecer un conocimiento profundo del cuerpo en movimiento mediante la vivencia y la experimentación personal.
Un conocimiento que parte de la sensación y de la percepción de todo cuando acontece en el cuerpo en su relación con el movimiento.

Primeramente el objetivo general y principal es:
  • Conocer el cuerpo de un modo global, en base a las leyes orgánicas del movimiento, pero sin profundizar demasiado en ellas, cosa que se irá haciendo paulatinamente y sin dejar de profundizar nunca, ya que el movimiento en este sentido no tiene limitaciones.

El primer objetivo va a ser:
  • desarrollar la capacidad de sentir y percibir el cuerpo  y el movimiento en todas sus múltiples posibilidades, e ir generando una conciencia y una actitud de escucha y de atención respecto a todo ello;
  • Sentir los apoyos del cuerpo en las diversas posturas que pueda ir adoptando: erguidos, echados, sentados… Sentir cómo y dónde recae el peso del cuerpo.
  • Cómo se distribuye o modifica con el movimiento.
  • Visualizar la posición de las distintas partes del cuerpo.
  • Captar y distinguir la tensión que hay en cada una de ellas.
  • Sentir la respiración.
  • Sentir el volumen corporal.
  • Distinguir el cuerpo del espacio exterior.
  • Percibir el espacio donde se desenvuelve el movimiento y el espacio más allá del movimiento, donde puede proyectarse o donde se dibuja el movimiento de los otros.
  • Una vez que se ha abierto la percepción, tratar de colocar al cuerpo correctamente según las leyes físicas, y
  • Establecer las acciones que hemos de llevar a cabo para ello. Qué fuerzas debemos hacer y dónde. Qué estiramientos. Cómo ha de ser la respiración.

       Vivenciar el movimiento significa sentirlo y experimentarlo en el propio cuerpo.
Es contrario a saber cosas por haberlas leído u oído sin haberlas experimentado.

Solamente es posible el aprendizaje auténtico, el que se integra en el cuerpo y en la mente y el que nos lleva a un cambio y una transformación personal, solamente es posible repito, mediante lo que hemos vivido.

Nadie cambia mediante la influencia de consejos o de lecturas. Sólo si estas provocan la vivencia.

Entonces, nadie puede modificar una postura o un tipo de movimiento si no lo experimenta en él  mismo, en sí mismo, si no siente lo que hace y la necesidad de cambiar.

Por ello, es imprescindible la vivencia del movimiento a la vez que, poderlo disfrutar.

Requiere darse tiempo para saborear el movimiento. Abordar su dificultad. Encontrar su sensualidad…

Cuando decimos vivenciar el cuerpo y el movimiento, esto significa sentir, percibir y tomar consciencia del cuerpo en todo lo relacionado con el movimiento.

Entonces, la vivencia y la consciencia han de estar siempre enlazadas y presentes
Es un aprendizaje progresivo, y hay que empezar por los aspectos más fáciles, más sencillos y también los más superficiales para ir profundizando poco a poco en cada clase y de variadas formas.

Exige una cierta disponibilidad  y  concentración, pero a la vez se irá desarrollando esa capacidad y creciendo en este sentido. 

Este comienzo no es igual para todas las personas, ello depende de su sensibilización previa hacia este tema y de sus capacidades de atención y percepción corporal.

Sentir, percibir, observar y tomar consciencia del movimiento puede ser muy arduo y difícil. Porque la educación, el trabajo y la vida en general nos han hecho en cierta medida máquinas. Hemos perdido con ello la capacidad de sentir lo más básico y preciado que somos: nuestro cuerpo y nuestro movimiento. Por ello es necesario estimular este camino, ayudar y  guiar estos procesos, conducir la observación y la vivencia.

Al principio esta vivencia es prácticamente física, relacionada con la labor que están ejerciendo los músculos, articulaciones, huesos, tensiones, pesos, etc., pero la vivencia no solo ha de quedar en esa observación física sino trascender hacia un plano más profundo donde viven las emociones y los sentimientos.

Es decir que, el movimiento según lo hagamos nos traslada al mundo de los sentimientos. Aquí realmente es donde, -para mí-,  se halla lo vivencial, lo otro puede ser un análisis muy profundo pero en cierto modo, mecanicista, o simplemente fisiológico.

El movimiento, como el propio nombre indica, es dinamismo puro. Y la actividad principal del cuerpo es el movimiento, pero eso no implica, que no existan periodos de inmovilidad manteniendo diversas posiciones. En estos casos la inmovilidad  forma parte del movimiento. Es la pausa del movimiento, similar a la coma o al punto en un texto escrito o hablado, o al silencio musical que puede indicar un receso o un cambio. –Pausa en la que cada uno puede repensar lo que acaba de leer, escribir, escuchar, hacer, disfrutar de las sensaciones gravadas, de las imágenes…, no es una pausa para evadirse o despistarse-. En la inmovilidad se da también un trabajo muscular, menor o mayor si la parada es activa o pasiva, en todo caso, distinto del realizado en el movimiento, depende dónde y cómo sea realizada esa parada.

En diferentes situaciones posturales vamos a propiciar la percepción activa de esa inmovilidad. En todos los casos el cuerpo mantiene unos apoyos con el suelo. A través de ellos se descarga el peso del cuerpo. Y a través de ellos nos impulsamos para movernos y desplazarnos. Se dan diferentes grados de tensión muscular en sus diferentes zonas corporales. Los huesos se alinean de determinadas maneras. Las relaciones entre las distintas partes del cuerpo son distintas. La respiración puede variar. Etc., etc.

Si la vivencia y la observación en el transcurso del movimiento entrañan una cierta dificultad, mayor dificultad puede existir en las fases de inmovilidad, porque el movimiento nos ofrece más referencias y sensaciones de nuestro cuerpo, aunque en la inmovilidad pudiera existir mayor comodidad, puede no ser realmente así, ya que la inmovilidad requiere otros esfuerzos diferentes a los que no estamos acostumbrados. También, porque nos asusta y nos da miedo la inmovilidad. Nuestra sociedad nos incita a estar siempre moviéndonos, de modo que no aceptamos la inmovilidad y nos resulta muy difícil, es propio de la inquietud y dispersión, bastante característica de nuestra sociedad, y de la escasez de conexión con lo corporal –con uno mismo-.

Por todo ello, combinamos los periodos de inmovilidad con los de movimiento y sus correspondientes vivencias. Creemos que es mejor iniciar la vivencia en la inmovilidad después de un periodo de movimiento dedicado a distendernos y soltar algunas tensiones con diversos estiramientos y movimientos de descarga más dinámicos.

A partir de ahí podemos iniciar una fase de inmovilidad  realizando la observación y la vivencia de una manera guiada, no dejando a cada persona que lo haga a su libre albedrío y espontaneidad porque en general, partimos de que no se tienen las herramientas adecuadas para ello. De la misma manera que la espontaneidad no existe tampoco. Nuestra sociedad nos la ha coartado y delimitado. Es necesario aprender recursos y desarrollar herramientas para llevar a cabo esas labores. La improvisación, la búsqueda, la libertad, la investigación se estimulan y desarrollan mediante pautas que van asentando ciertos recursos y habilidades para ello.

Hay que resaltar que la percepción del movimiento y del cuerpo va más allá del sentir fisiológico, sino que ha de llegar a un sentir emocional, imaginario, “sentimental”.
 Primero puede estar el sentir meramente físico, pero más adelante proponemos un sentir global emocional. Es decir que el cuerpo en su movimiento transmita una vivencia emocional. Esto ha de irse haciendo en cada clase pasando del sentir fisiológico al sentir emocional.


Realizar movimientos para activar y habitar zonas corporales, tener presencia, de todas y cada una de las partes del cuerpo en movimiento o en las diferentes posiciones que adopte. 

Encontrar otro sentido al  movimiento, el auténtico sentido, el  sentido de cada uno.
No quedarse en el mero, superfluo, superficial, sentido físico, de la salud. Si no que más adentro de esa mera superficie  física aunque  importante, está anidado, escondido, ocultado, reprimido,  castigado...,  otro sentido.  El sentido personal que además de físico es psíquico, emocional, sentimental.
Encontrar ese otro sentido es ampliar el sentir. Es abrirlo, porque el sentir también ha sido taponado, y ese tapón, impide saborear la esencia embriagadora y liberadora del movimiento.

Como enuncia el Tao: ejercicio es ejercitarse para superarse a sí mismo. Con él no se pretende conseguir una meta lejana o ser mejor que otro. La salud o la meta están en uno mismo, en su transformación y crecimiento personal. El mismo ejercicio nunca es el mismo. Porque el ejercicio al ejercitarse, no haciéndolo mecánicamente, nos transforma a nosotros y sentimos cada vez algo distinto o lo percibimos de distinta manera. La experiencia nunca es la misma.
Cuando "repetimos" un movimiento no podemos decir: "eso ya me lo sé". No es cierto. siempre es distinto. siempre lo sentiremos de distinta manera si lo saboreamos, si no partimos de que ya lo sabemos.
De modo similar a cuando comemos o bebemos algo que lo hacemos habitualmente, nunca es igual, nunca nos sabe igual.

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