Si
encuadramos el cuerpo humano dentro de un prisma rectangular y trazamos en él
todos los ejes posibles, el punto de convergencia entre todos ellos es el
centro geométrico. Cuando el peso está equitativamente repartido, ese punto
también determinará el centro de
gravedad.
En un cuerpo bien estructurado, ese
espacio coincidirá con el emplazamiento de la pelvis, por tanto, ésta será, el centro de gravedad, situado en ese
centro geométrico, entre los ejes, frontal, transversal y
sagital:
(un eje vertical y dos horizontales, -uno de izquierda a derecha y otro de
adelante a atrás-), los cuales
determinan su horizontalidad y su verticalidad.
Una pelvis bien
situada –horizontal y verticalmente- puede bascular con fluidez y plena
libertad, de adelante atrás, de izquierda a derecha y rotar, tanto en la marcha como en cualquier otro
movimiento, produciendo una ondulación –un trasvase de energía- hacia la
columna, brazos y cabeza, así como hacia las piernas.
Los músculos y
huesos más fuertes están situados en el centro del cuerpo. En la pelvis se
encuentran los huesos: iliacos a los
lados; sacro y coxis por detrás y abajo; isquiones
abajo en su base y atrás; pubis por
delante y abajo. Unidos forman
una concavidad -cuenco
es el significado de la palabra pelvis-, abierta
por delante y arriba en la que se encuentran, los órganos sexuales,
reproductores, aparato digestivo, excretor, e intestinos y situados muy
próximos, hígado, estómago, bazo y riñones.
Tanto en el
nivel óseo como muscular, la pelvis está conectada con las partes alta y baja
del cuerpo, lo que explica anatómicamente, que sea el centro del movimiento.
Los fémures, -huesos de los muslos-,
se engarzan en ella. La parte baja de la columna vertebral forma parte de la pelvis, -sacro y coxis-.
Los músculos más fuertes y grandes también
tienen su origen aquí: los glúteos
recubren la parte posterior; los isquiotibiales articulan la pelvis
con las piernas por detrás; los cuádriceps
por delante; aductores y abductores por los lados recubriendo las caras externa e
interna de los muslos. Otros músculos la ligan con la columna y el tórax: dorsales por detrás, abdominales por delante.
Los músculos
considerados más esencialmente pélvicos -los psoas- van desde las vértebras lumbares, atravesando la
pelvis por su
parte interna se bifurcan en dos haces que se acaban insertando en los fémures, huesos de
las piernas.
Toda esta
configuración hace de la pelvis, no sólo el centro de gravedad del cuerpo
-coincidente con el hara (“el alma”)
de los orientales-, sino también el centro de la energía y del movimiento.
Desde la pelvis, el movimiento puede fluir libremente hasta los extremos del
cuerpo: manos, pies, cabeza y piernas, proyectándose también al exterior. La retroversión pélvica produce una fuerza
centrípeta que flexiona el cuerpo atrayendo los extremos. La anteroversión, por
el contrario, es una fuerza centrífuga que lo expande.
El movimiento pélvico alternativo y
encadenado se manifiesta como una ondulación armónica que recorre todo el
cuerpo manteniendo vivos, irrigados y equilibrados todos los segmentos y
articulaciones. La transmisión del movimiento supone un ahorro de energía.
Esto es
lo que debiera ser en un cuerpo que se ha desarrollado de modo natural
manifestando, lo que denominamos un “movimiento
orgánico”.
Pero no es lo
que suele verse a menudo. En muchos casos, la pelvis aparece desplazada del
centro de gravedad, inclinada hacia delante. Esto forma parte de un hábito
cultural, utilizado como señuelo erótico-sexual con afanes mercantilistas.(*)
Cuando esta
actitud se hace crónica, la pelvis queda anclada, caída, con las lumbares
hundidas, impidiendo su libre movilidad.
Prácticamente todos los males de la espalda se derivan de ello. es llamado el mal del siglo por el alto
porcentaje de personas que lo sufren.
Pero también
están los males de la “delantera”: la tripa. El contenido de la pelvis cae
hacia delante manifestándose como una tripa abultada.
no es la imagen antiestética de la
tripa caída lo que debe preocuparnos, sino la caída de los órganos contenidos
en ella, que dejan de tener el tono adecuado, y no son irrigados ni estimulados
convenientemente por el masaje pelvico natural desarrollando un funcionamiento
anómalo. Músculos y ligamentos quedan inservibles también, incapaces de hacer
su función, unos agarrotados, otros sueltos. Todo ello provoca un desajuste del
tono y del equilibrio general del cuerpo.
Un segundo centro de energía es la cintura escapular situada en torno a
la cruz formada por columna – omóplatos, enlazando con los brazos. La cintura
pelvica y la escapular quedan unidas mediante la columna, pues en su zona
inferior, ésta –la columna - forma parte de la pelvis como ya hemos visto, y en
su zona media alta, -las vértebras dorsales-, forma parte de la cintura
escapular. También conecta con la cabeza a través de las vértebras cervicales.
En la cintura
escapular nos encontramos de nuevo con un “cuenco” -el tórax o caja torácica-, en forma de cono truncado con aberturas en
su base y su sección superior, más abierto en su parte anterior y más
resguardado en la posterior, como la pelvis. Formado por las costillas, unidas
en la zona de atrás por las vértebras
dorsales y en la zona delantera por el esternón,
contiene órganos vitales como el corazón y los pulmones.
La unión de esta
caja con los brazos se produce a través de una triple articulación que liga los
huesos de los brazos, -húmeros-, con clavículas
y omóplatos. Las
clavículas unen a los brazos con el esternón por delante y con los omóplatos
por detrás.
Numerosos
músculos rodean y fortalecen la articulación. Citando sólo algunos de los músculos de la capa superficial,
tenemos por delante los pectorales,
por detrás los dorsales, en los
hombros los deltoides, la unión con
el cuello se verifica a través del trapecio.
Y en una capa más profunda, uniendo las escápulas se hallan los romboides, esenciales en el movimiento
de los omóplatos.
Todas
estas múltiples conexiones permiten la recepción del movimiento proveniente
tanto de la columna-pelvis, como de la cabeza o de los brazos, siendo un puente
entre estas zonas.
Es una
articulación que permite una amplísima movilidad, dando a los brazos las
mayores posibilidades de movimiento en todo el espacio circundante, sobre todo
en el plano anterior pero también en el posterior, con la ayuda de la rotación
de la columna.
Como ya
apuntamos antes, la unión entre la cintura escapular y la pelviana se realiza a
través de la columna vertebral y sus
músculos profundos además de los músculos abdominales y dorsales.
Al estar
formada por 24 vértebras con sus correspondientes discos, cada vértebra puede
tener movilidad propia
independientemente de las demás, aunque no podemos considerarlas de forma
aislada, sino dentro de la cadena que todas ellas unidas forman. Su misión
precisamente es encadenar el movimiento,
desde un extremo al otro, además de trasmitir
el peso en la posición vertical.
Las vértebras más móviles son las que sirven de unión con otras
zonas. La unión entre columna y cabeza: vértebras cervicales 1 y 2; la unión
entre cuello y espalda: 7ª vértebra cervical y 1ª dorsal; la unión entre espalda
y cintura: 12ª vértebra dorsal y 1ª lumbar y por último, la unión entre la 5ª
lumbar y el sacro, formando ya parte de la pelvis.
Tanto las vértebras como los discos aumentan
de grosor de arriba a abajo hasta las lumbares, lo que hace que, tanto el peso
como la energía se asienten en la base más gruesa y la transmisión se realice
de manera más fluida desde esa base, que además corresponde ya a la pelvis.
La configuración anatómica y espacial de la
columna, -obra maestra de la ingeniería
arquitectónica y dinámica de la naturaleza-, se basa en una ondulación formada por cuatro
curvaturas suaves, que transcurren en torno a un eje vertical.
En la medida en que esas
ondulaciones se deformen, haciéndose más pronunciadas, -lo que ocurre
naturalmente según el sentido de sus curvaturas-, las concavidades lumbar y
cervical se harán más cóncavas, mientras
las convexidades dorsal y sacra, más convexas, desviando la columna del
eje de gravedad, aumentando su desequilibrio y su deficiencia para la
transmisión del peso y del movimiento.
El objetivo principal del, M.O. es
despertar la sensibilidad y la movilidad de cada vértebra y sus discos, para
transmitir bien el movimiento por toda la cadena intervertebral y discal,
activando el movimiento en todas sus posibilidades.
(*) La publicidad y la televisión
nos muestran continuamente posturas y movimientos perjudiciales para la salud
corporal. Una de estas actitudes es la lordosis exagerada, raíz de todos los
problemas de espalda. Pero esta actitud se propaga por que manifiesta un cierto
erotismo resaltando el pecho y las nalgas. Las adolescentes, sobre todo, las
reproducen miméticamente. En cursos con este grupo de edad, comprobamos que hay
una parte de ellas que padecen ya, de dolores lumbares, a causa de esta postura
que exhiben inconsciente o seductoramente. El problema, sin embargo, se irá
agravando con la edad.
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ResponderEliminarHola Me encanta lo que publican cómo puedo obtener el libro ??
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