Cuerpo
en armonía – Movimiento Orgánico.
Joaquín
Benito Vallejo
Julio
2012
La
pérdida del movimiento natural
La pérdida del movimiento natural no
está ligada necesariamente con la pérdida del movimiento en general. Puede
haber personas que por el hecho de haber sufrido un accidente o enfermedad
hayan perdido cierta movilidad, sin embargo, en el resto del cuerpo, el
movimiento se exprese de modo orgánico o natural. La pérdida del movimiento
natural está más ligada con la pérdida de una cierta sensibilidad.
No sabemos con exactitud, por qué se
pierde el movimiento natural, -el que goza de las características del movimiento
orgánico, considerado natural porque se ajusta a las leyes del movimiento [1],
pero sí vemos aspectos que están presentes en las personas que no son
orgánicas. Vamos a lanzar algunas hipótesis sobre las causas que pueden influir
en ello. Puede que estas causas influyan pero quizá no sepamos concretarlas ni
definir su influencia.
La pérdida o deterioro del movimiento
orgánico se observa en primer lugar porque no
se cumplen las leyes del movimiento: el tono no es el adecuado; no hay independencia segmentaria, o es
mala; no se produce el recorrido de la
energía por el cuerpo, -que es el factor
más importante-; hay descoordinación, arritmia, desarmonía, falta de fluidez;
etc. En mayor o menor grado todos
estos aspectos están perturbados.
Junto a ello hay otras manifestaciones
que nos llevan a especulaciones.
La organicidad ha de cultivarse, la
sensibilidad y disponibilidad que un cuerpo orgánico debe tener, también. Si no
se cultiva se pierde.
La vida humana es
un continuo proceso de aprendizaje, perfeccionamiento y superación, en el que todas las capacidades
han de verse estimuladas y potenciadas
en todos los ámbitos: el físico, el psicológico y el social. En la medida en que esos procesos se paralizan, no solo se
detiene el desarrollo, sino que comienza
un lento declinar de todas las funciones;
El organismo, la psique y la
comunicación se deterioran; Se
pierde actividad, estímulos y vitalidad; Va apareciendo la oxidación, la atrofia, la degeneración. En cuanto se deja de aprender se comienza a envejecer.
No se aporta
ninguna información nueva a las neuronas y éstas mueren.
Por
otro lado, los diferentes aspectos
bio-psico-sociales deben avanzar equilibrados potenciándose mutuamente sin
disociarse. Si se rompe el
equilibrio de esa unidad se produce también la perturbación, un cierto grado de
alienación y una pérdida o deterioro de
la organicidad natural.
Existen posibles
causas originarias tanto del estancamiento del proceso vital, como de su
desequilibrio o disociación: la educación, los recursos culturales, la
personalidad, el trabajo y en definitiva, el estilo de vida.
Educación
significa en primer lugar, posibilitar organizada y estructuradamente, el
desarrollo de todas las capacidades humanas. La fase primera y más esencial de la educación atañe al cuerpo, sin la
cual no puede accederse a los aprendizajes intelectuales.
La psicomotricidad es la disciplina que se ha propuesto
llevar a cabo esta preparación desde la más temprana infancia: potenciar a
través del desarrollo motor la madurez psicoafectiva y la estructuración
cognitiva.
El movimiento enfocado como una
exploración estructurada y creativa a la
vez, de las posibilidades de acción del
propio cuerpo sobre los objetos del entorno, en
variadas situaciones de juego y en relación con los demás, debe potenciar
simultáneamente diversos procesos madurativos: el crecimiento, fortalecimiento,
flexibilización, etc., de la estructura física; la resolución de los conflictos
emocionales psicoafectivos, posibilitando el desapego, la autonomía, la
autovaloración; el conocimiento, dominio y control del propio cuerpo;
estimular, guiar y estructurar los conocimientos; dar cauce a la expresividad,
a la investigación, a la comunicación y colaboración con los demás.
Esto significa implantar unos cimientos
básicos pero sólidos, sobre los que puedan ir engarzándose progresivamente
nuevas adquisiciones, cada vez más difíciles y complejas, construyendo el rico
edificio de la personalidad, el conocimiento y la participación. Construcción
que no debe restringirse al periodo infantil ni juvenil, sino, prolongarse
durante todas las edades hasta la muerte.
El movimiento, como cualquier otro comportamiento
o aprendizaje, está ligado también a un proceso continuo de formación y de
adaptación. Fijémonos en otras capacidades o aprendizajes y tomemos
ejemplo: el lenguaje hablado y escrito, la comprensión lectora, la capacidad de
escucha, la discriminación visual, la expresión musical o pictórica.
Saber hablar no comporta sólo haber
adquirido la capacidad de pronunciar las letras y las palabras y poder
enlazarlas formando frases. Implica sobre todo, saber expresar los sentimientos
propios, los pensamientos, los conocimientos, defender las ideas, resolver los
conflictos a través del lenguaje, algo,
que no se llega a dominar nunca.
La
comprensión lectora no consiste únicamente en diferenciar los signos escritos y
entender su significado, exige comprender textos poéticos, filosóficos o
científicos, captar las imágenes y los sentimientos expresados en la poesía o
la literatura, etc., para lo cual hay que practicar toda la vida y nunca
dejaremos de encontrar nuevos matices.
Las primeras fases de estos aprendizajes
permiten la elaboración de los esquemas más básicos del conocimiento,
mediante los cuales se podrá acceder a otros cada vez más complejos. Si no
pasamos de las primeras adquisiciones, sabremos entender enunciados muy simples
pero nada más. Son aprendizajes rudimentarios que solo sirven para manejarse un
poco mejor y poder sobrevivir en nuestra
sociedad. Si no siguen desarrollándose se convierten en comportamientos
automáticos que no posibilitan otros aprendizajes más ricos.
El
perfeccionamiento de los aprendizajes descritos no consiste en leer o escribir
más palabras por minuto. No se trata de una cuestión de cantidad sino de
calidad. La cantidad si tiene límites, la calidad, por el contrario, no.
Lo mismo sucede con el movimiento. Su meta
no es alcanzar cada vez más fuerza,
resistencia, rapidez, ni superar récords, sino, cultivar la sensibilidad, la
receptividad, la expresividad, algo que nunca
alcanzaremos del todo. Se trata para ello, de afinar el tono, de hacerse más
delicado, más acogedor, más tierno, más moldeable, más flexible y sensible, con mejores recursos
para adaptarse al entorno y a las personas.
El cuerpo y el
movimiento no pueden dejar de ser nunca el
manantial de las funciones sensoriales, cognitivas y relacionales, la
fuente de la experiencia, de la comprensión, tanto de sí mismo, como de la realidad exterior.
Podemos imaginar al cuerpo como un instrumento musical al
que hay que afinar las cuerdas para poder interpretar todas las melodías sin
desafinar y además emocionarnos. Podemos verlo también como la materia sobre la
que el escultor trabaja moldeándola, dándole vida y expresividad. El cuerpo
humano es a la vez el instrumento musical, el músico que lo tañe y la melodía
que suena; es a la vez el escultor que moldea y la materia plástica moldeable.
Si el movimiento se queda estancado en las
adquisiciones más elementales meramente físicas, se convierte en un
comportamiento mecánico, carente de estimulación neuronal. El cuerpo se hace
más rígido y se atrofia. Las pautas de movimiento pobres y herméticas van
limitando el funcionamiento de la estructura corporal y también cerebral. Al
restringir el movimiento, músculos y articulaciones se anquilosan, bloquean la
energía y la fluidez.
El estancamiento
va a suponer que el movimiento y los comportamientos en general se reduzcan a
esquemas rudimentarios en los que el
cuerpo se comporta como una máquina, repitiendo día a día los mismos movimientos, los mismos gestos,
las mismas palabras, los mismos argumentos. Los sentidos quedan reducidos a su
objetivo más simple y básico sin propiciar el acceso a fuentes culturales como
la música, la pintura, la literatura, etc.
El estancamiento puede ir unido al
conjunto de los comportamientos y
aprendizajes, o no. Puede darse una disociación entre los diferentes
comportamientos bio-psico-sociales, anulándose o reduciéndose unos y solo
manteniéndose otros. Es una especie de alienación en la que el cuerpo se
disocia de la mente y de la comunicación.
Puede potenciarse más el
aspecto intelectual, artístico o social, quedando el cuerpo en el olvido,
deshabitado y desconocido, procurándole
solo una atención superficial de mera apariencia, a través del vestido o del
maquillaje, envolviéndole de manera bonita, disfrazándole con la estética a la
moda.
Pero debajo de todo eso,
puede observarse un cuerpo desarmónico,
desgarbado o bloqueado. El pensamiento no está enraizado en la
vivencia corporal. No se siente al
cuerpo, ni se le experimenta más que en
el dolor. Su conocimiento
corresponde a algo aprendido de fuera. Lo mental
puede ser similar a los datos
introducidos en un ordenador. Este puede
realizar operaciones con esos datos pero no sabe nada de sí mismo. Hay
personas cultas e intelectuales que están enajenadas de su cuerpo. Pueden saber
de todo, incluso pueden ser expertos en una ciencia corporal, pero lo que
conocen del cuerpo solo es mediante los libros.
Puede ocurrir también lo contrario. Centrarse en cultivar
únicamente el aspecto físico, olvidando el intelectual, el artístico o el
literario, como les pasa a muchos deportistas, modelos, bailarines u otro tipo
de personas. Ignoran que el cuerpo es mucho más que carne bien moldeada.
Ignoran que el cuerpo encarna la espiritualidad, la auténtica sapiencia.
Cuándo no se construyen pautas de comportamiento estables y sólidas, raíces
profundas que permitan crecer cada vez más fuerte, generar más ramificaciones,
poblar y percibir mejor el espacio... podemos quedarnos estancados, aunque no
lo parezca.
Nuestros comportamientos pueden ser copias de otros
comportamientos, estereotipos de los modelos que nos ofrece la sociedad a
través del poder de sus medios: la televisión, el cine, la moda, la publicidad,
la música, los deportes, etc.
No somos lo que queremos
ser, sino lo que nos imponen a través de
sugestivos y atrayentes espectáculos, que utilizan el cuerpo humano como
reclamo mercantil, en base a sus frustraciones, sueños o deseos, reales o también inculcados.
No se siente al cuerpo más que en su imitación del modelo
a seguir. Posturas, gestos, modos de moverse... nada nos pertenece.
(Muchas
técnicas corporales de moda también se basan en la imitación del maestro).
Es más fácil imitar a los demás que luchar por ser uno mismo y crear su propio
modo de moverse y de ser.
En todos estos casos, en mayor o menor grado, el cuerpo
es un mero instrumento de trabajo o la imagen de lo que añoramos, al que hay que
tener bien alimentado y cuidar de que no enferme, mientras el movimiento no
deja de ser mecánico, sin función sensorial, ni expresiva.
Puede mantenerse bien “engrasado” y no tener problemas de movilidad pero la
sensibilidad, y la disponibilidad no existen, por lo tanto, no se da el
movimiento natural.
La educación se
erige como la causa primordial de desequilibrio corporal, generadora de
tensiones y disarmonía, distorsionadora del movimiento y del cuerpo.
En lugar de extraer las potencialidades humanas, las
anega, las entierra, las desvirtúa. Inhibe, reprime, coarta, domestica.
No permite que se
liberen las pulsiones, ni que se expresen los sentimientos. Con la educación
se nos convierte en máquinas, se nos
insensibiliza, se nos instruye para hacer lo que el poder en cada momento
histórico necesita, coartándonos todas las posibilidades de ser.
Ella pone los cimientos de lo que será luego una forma de
vida rutinaria y limitada, donde los hábitos, el ocio y el trabajo,
condicionados ya, acabarán reforzando el desequilibrio y reproduciendo los
esquemas inculcados.
No se educa para
la vida, no se enseña a vivir. Se adiestra únicamente para producir y se educa
para asumir ese papel sin objeciones. El ser humano queda así reducido a una
herramienta de trabajo de la cual, ni es dueño, ni es consciente de ello. Sus capacidades motrices,
sensoriales, expresivas, comunicativas y cognitivas quedan reducidas al 10% de
sus posibilidades.
Quienes menos medios económicos tienen son
a la vez más incultos, realizan los aprendizajes mínimos, están más sometidos a
fuerzas opresoras y represoras físicas y psíquicas en general, carecen de recursos
para progresar, su vida se limita a conseguir un puesto de trabajo, se
convierten más fácilmente en máquinas.
La personalidad, cuyos cimientos también se
forman en la infancia a través de la educación y la cultura, puede
fortalecerse, anclarse o transformarse después a lo largo de la vida.
La forma de ser de cada uno, cómo interpretamos los acontecimientos, cómo
los resolvemos, también se refleja en la estructura corporal y en las
posibilidades del movimiento. Si se es una persona rígida, el cuerpo es una
coraza. Si se es insegura, con temores, preocupaciones, ansiedad, dispersa,
etc. el cuerpo no es lo suficientemente
receptivo, tiene bloqueos, impide la circulación libre de la energía y la
expresividad.
El trabajo y la
vida rutinaria también convierten al cuerpo en una máquina.
En la pérdida del movimiento natural se manifiesta un cierto grado de mecanicismo, cierta falta de sensibilidad y
percepción, cierta carencia de disponibilidad corporal. Es un cuerpo que no
recibe ni canaliza adecuadamente la energía, lo que significa que su tono no es
correcto. Se observa un cierto grado de distorsión del conjunto de las leyes que rigen el movimiento.
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[1] Cuerpo en armonía –Las leyes naturales del movimiento-
INDE Publicaciones. Barcelona 2000 / Benito Vallejo. J.
Magnifico trabajo...Gracias...
ResponderEliminarEsperemos que el blog de bydydy.com
ResponderEliminarsiempre nos tenga sus mejores propuestas para poder continuar con el aprendizaje.