Joaquín Benito Vallejo
Y tú, lector, ¿Qué piensas de esto? ¿Crees que el movimiento se puede saborear? ¿lo has saboreado? ¿O solo buscas la utilidad del movimiento, como un ejercicio que sirve para algo? ¿Solo te satisface la meta o por el contrario, lo que disfrutas es el camino? ¿Te gusta la rutina o la creatividad? ¿Has practicado técnicas rutinarias? ¿Cuales? ¿Has disfrutado del movimiento creativo?
Te agradecemos nos aportes tus opiniones.
Quiero hablar del disfrute del
movimiento, más allá de sentirlo meramente a niveles físicos, sino de que el
movimiento, lento y profundo, nos transporte más allá de lo físico y nos
transmita sentimientos. Impregnarse del movimiento para abrir la puerta a las
emociones y que el movimiento cobre vida y sea expresivo. Que no se quede en el
mero análisis físico aunque este sea pormenorizado y profundo.
Para analizar hay que
parcializar, dividir, sentir las zonas o las funciones aisladas, perdiendo de
vista el conjunto. Quiero sentir el conjunto y que este, aporte mucho más que
el análisis detallado físico, de lo que ocurre en un musculo o articulación
determinada. Quiero captar la actitud general del cuerpo en el movimiento, la
emoción subyacente, el clima anímico.
El movimiento, antes que nada,
ha de ser sentido y disfrutado. Hay que saborearlo como un manjar, como un pastel, como un buen vino o un licor. Y como
la bebida o la comida puede haber en él múltiples y diversos sabores: dulce,
agrio, fuerte, suave, acido, soso, salado, combinados entre ellos adquiriendo
infinidad de matices.
Utilizo la imagen del
sabor porque es quizá la más asequible
para todas las personas en general. El placer de la comida y la bebida. Aunque
he visto muchas veces como la comida se engulle sin saborearla, y por lo tanto no
disfrutándola, únicamente saciando el hambre o la voracidad. O comiendo solo
determinados platos porque ellos contienen tal o cual propiedad curativa.
Pero este ejemplo también me
sirve para explicar cómo no debe hacerse el movimiento, tragándolo sin saborearlo.
Con la comida y la bebida hay
que permitir que impregne las papilas gustativas del paladar y de la lengua
para extraer los sabores, y los olores. Si tragamos no damos tiempo para
saborear.
Si las emociones yacen y se
expresan en el cuerpo, con el movimiento sentido, se suscitan sentimientos, se
activa la imaginación, nos conduce a la búsqueda y a la creatividad.
Ese ha sido y es mi objetivo,
hoy más que nunca.
Hoy más que nunca porque el
movimiento es realizado de una manera mecanicista, como el programa de una
lavadora. Se ha impuesto la mecanización. El cuerpo humano es considerado como
un hardware al que hay que instalar un software. El hardware trabaja mientras
se está instalando el software. Una vez instalado, todo se repite ordenadamente
como manda el programa. Esta es la moda del momento y por muchos años. ¿Quién
concibe que el movimiento se pueda disfrutar? ¿Quién cree que el movimiento es
un manjar que abre y despierta todos los sentidos, el mejor estímulo para el cerebro, y que nos libera, nos limpia, nos relaja, nos
enaltece…?
Nuestra educación y nuestra
cultura separaron cuerpo y mente, separaron el aspecto físico humano del
aspecto psico-socio-emocional.
El cuerpo no puede ser separado
de la mente. Nunca. Hoy, las modas, al trabajar el cuerpo, también dicen que
trabajan la mente. No puede ser de otra manera, porque son inseparables. Pero a
la mente se la trabaja, como he dicho antes, como un software, instalando en el
cuerpo –en el cerebro- un programa informático.
En el movimiento está todo el cuerpo
implicado, aunque a veces hay una zona que es la protagonista. Pero no debemos
quedarnos en esta percepción fragmentaria y parcial. El cuerpo entero es el
soporte del movimiento. Con sus apoyos, con su postura, con su gama de
tensiones, con su respiración, con su pálpito, con su actitud, con su tempo y
su melodía, con el espacio en que se forma y dibuja. Con los demás. La emoción no se vislumbra en una parte del
cuerpo, se refleja en todo él. Si estamos alegres o tristes, o enojados, es
todo el cuerpo el que lo siente y lo manifiesta, no solo una pierna o un brazo,
o la pelvis o la cara.
Al principio de experimentar el movimiento
puede darse en la mayoría de las personas, una percepción simple y escasa del
aspecto físico del movimiento. En personas muy sensibles se dará una percepción
más honda, lo que nos indica que están viviendo el movimiento más plenamente.
La vida va más allá de lo físico. En la vida hay emociones, sentimientos,
imaginación, creatividad. La materia física es el soporte de la vida emocional
y mental. Y la vida mental no es solo un programa de acción como un software
que se instala en una máquina
respondiendo solo a unas directrices.
La mayoría de los métodos o técnicas de
movimiento son así. Aunque pregonen que trabajan o potencian la unidad cuerpo
mente. La mente no puede aislarse del cuerpo. Es imposible. En cualquier cosa
que hagamos está presente la dimensión mental. Pero esta dimensión puede
reducirse a la mínima expresión, o puede estar plenamente involucrada. Puede
ser una percepción mecanicista, rudimentaria, meramente física o por el
contrario, puede ser emocional, imaginativa, creativa. Esta dimensión del
movimiento no suele tenerse en cuenta. Se cree que el movimiento solo es algo
físico y que su objetivo y utilidad es meramente física. Algo así como creer
que la comida solo sirve para alimentarse y no para disfrutar con ella. Algo
así como creer que la sexualidad solo sirve para tener hijos.
Lo que aparentemente no sirve
para nada, es lo más placentero y enriquecedor, a nivel sensorial, mental, cerebral, cognitivo, emocional.
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