LA
EDUCACIÓN COMO CASTRACIÓN y DOMESTICACIÓN
Joaquín Benito Vallejo
Diferentes
causas y efectos pueden interrelacionarse
en este cometido, pero estamos seguros que el origen de todo yace en la
educación represora.
Vamos a esbozar en principio una pequeña síntesis esquemática y genérica de la que pueden desprenderse
infinidad de variantes y que posteriormente se ampliará.
(1) La educación represora, entendida
ésta como la represión de los impulsos
naturales innatos del ser vivo humano, que conlleva:
(2) la frustración y anulación como SER auto organizado independiente
y libre, así como de su:
(3) desinterés y desconocimiento del mundo que le rodea; Si se genera un ser frustrado,
desrealizado, lógicamente es un
individuo:
(4) egoísta, incapaz de
valorar a los demás; Todo se refuerza y justifica
(5) por la inculcación pareja
de una ideología –o religión- autoritaria;
La represión de los impulsos innatos abarca un amplio campo.
Reich lo restringe casi exclusivamente a los impulsos sexuales, aunque su
concepto de sexualidad abarca al concepto de placer. El campo de la sexualidad puede verse como un
campo restringido, no así el placer. Todos los impulsos naturales conllevan la satisfacción
del placer. El placer no está solo en su consecución sino también en el proceso
para alcanzarlo.
El
impulso primordial no solo del ser humano sino de todo ser vivo, es la exploración del
medio entorno, porque es donde ha de vivir, alimentarse y
relacionarse, el medio donde se nace y se
vive.
La capacidad de explorar forma
parte de la
energía vital del propio cuerpo del explorador.
Es la fuerza de la vida por ser, hacer, conocer,
desarrollarse, crecer, relacionarse, comunicarse, compartir. Es
abrirse al mundo y a los demás.
Esa exploración lo es todo. Explorar significa
hacer, actuar y ello nos
convierte en SER. -Somos porque hacemos-.
Este
hacer irradia en una doble vertiente hacia adentro y hacia afuera.
Hacia
adentro, se refiere al propio ser que
actúa, que explora.
Hacia afuera se encuentra el medio que nos rodea, que es
explorado.
Por un lado conduce a hacerse
a sí mismo al moverse y explorar mientras
que por el otro lleva a conocer y desarrollar
recursos para moverse en el medio ambiente donde se vive.
Explorando
el entorno se
desarrollan todas las capacidades personales, corporales, sensoriales y
motrices lo que significa empoderarse,
adquirir un poder propio como sujeto activo.
El ser se hace actuando. Y explorando el
entorno se conoce este y se desarrollan capacidades para desenvolverse en él,
adaptándolo y modificándolo.
Explorar implica sentir, observar, experimentar,
disfrutar, jugar, calcular, programar, proyectar, crear, ejecutar, evaluar,
modificar… pensar.
Toda la exploración se realiza mediante el juego que no es más que ejercitar los impulsos
naturales disfrutando con ello.
Explorando se desarrolla el conocimiento y los
propios recursos. Y a la inversa, explorando, el explorador se autorrealiza a sí mismo,
como un ser independiente y distinto a los demás seres, con un poder
propio.
La exploración del entorno con el propio cuerpo, el propio movimiento,
el propio sentir, la propia experimentación, genera la propia opinión respecto
a ese entorno, no la opinión ni las creencias de los demás. Genera un
pensamiento propio basado en la propia experimentación.
Hay
que subrayar además que el ser humano, como todo ser vivo pero en mayor medida,
vive en sociedad, relacionándose con
los demás seres de su propia especie.
Luego, por una parte el entorno que
explora es fundamentalmente un entorno social. Y la exploración se lleva a cabo
en relación con los demás seres de su propia especie. Lo que hace y explora aun
siendo hecho por uno mismo es hecho con la participación de los demás.
Esa exploración
interrelacionada es lo que va a hacer que la propia autogestión
del entorno sea en muchos casos una cogestión con los demás.
Los demás nos ayudan
a ser y a hacernos, nos hacen crecer mejor, nos potencian.
La exploración entonces, va a enseñar a relacionarse y
a actuar con los demás.
Va a enseñar, que a la vez que cada uno –al
actuar- se empodera, se aprecia y se valora a sí mismo, también se produce un
aprecio, respeto y valoración de los
demás, un compañerismo.
Tanto la
exploración del entorno como la autogestión con los demás, le va a enseñar a regular y
modular sus propios impulsos naturales en relación con el entorno y con
las demás personas.
Esta regulación conducirá a un equilibrio entre el Yo y los Otros.
Ni el Yo ni los Otros pueden ser menospreciados ni supervalorados, uno respecto
al otro. En relación con los demás se origina la empatía, la solidaridad, la colaboración.
Cada ser se hace único, independiente, distinto y sin embargo, complementario
de los demás.
La represión de los impulsos innatos
naturales conlleva el deterioro, si no la anulación,
de todas las capacidades expuestas anteriormente en mayor o menor
medida.
Queda mermada la capacidad de hacer y por lo tanto de
ser. Aparece la frustración, la incapacidad, la impotencia, la rabia o la
resignación, la angustia.. Todo impulso que no es desarrollado hacia afuera actuando
sobre el entorno, es dirigido entonces hacia adentro de uno mismo quemando el
propio organismo y frustrando e incapacitando por tanto al propio ser. Comienza
desde la cuna, con la actitud y comportamiento de los padres. Con la actitud
prohibitiva de hacer o explorar: eso no se toca, eso no se hace, eso no se dice…,
seguido del castigo o la agresión por hacer, tocar, decir… y la correspondiente culpabilización. -Téngase
en cuenta que esta represión comienza desde la primera infancia, cuando el niño
o niña dependen para todo de los padres-. Así pues, el impulso natural de hacer
es cercenado, incluso el deseo de hacer, las ganas, la motivación para hacer se
ve atrofiado poco a poco. Entonces, la energía dirigida a hacer se emplea en no
hacer, en acorazarse, en impedirse, en atarse, en contenerse. El acorazamiento
es una defensa contra el deseo de hacer y contra el dolor que ello causa.
Acorazándose se deja de sentir. Se hace uno de piedra. El cuerpo físico y
mental se crispa, se contrae hasta ahogar no solo la capacidad de hacer sino el
propio deseo en su raíz, y la imaginación de que el deseo y la posibilidad de
hacer existe. Esto se ve ya claramente en el adulto donde el deseo,
efectivamente, ni se imagina que pueda existir.
Cortar
los impulsos naturales como el de exploración, conlleva la frustración y anulación como SER por
un lado, mientras que en la otra dirección, hacia el medio externo, genera la
pérdida de motivación e interés, por tanto, el desconocimiento, de lo que ocurre en ese medio. Impedir la
exploración es matar la curiosidad, la capacidad de sorprenderse y
asombrarse. Pierde la capacidad de interesarse por lo que pasa en el mundo circundante, y con ello se asienta la ignorancia
y la falta de opinión y crítica. No se asombra de que se vean estrellas en el
cielo. No se interesa por el origen de la vida. No se estremece porque haya
personas que no tengan para comer. Se cree que todo viene hecho por dios o
quien sea. Que las cosas son así porque son así o deben ser así. Que las cosas han sido así desde siempre.
Desde que el mundo es mundo, y no pueden ser de otra manera. Unos son ricos y
otros pobres. Unos mandan y otros obedecen. Que se ha nacido para trabajar. La represión y
el impedimento de desarrollar los impulsos naturales, que describimos de modo
general como el impulso de explorar y conocer el medio entorno, ahoga el
espíritu de curiosear, investigar, admirarse, asombrarse, e interesarse por todo lo que nos rodea. Y, si
la exploración del medio, significa experimentar y de la experimentación nace
el contraste, la capacidad de opinar, de distinguir, de dilucidar, es decir,
una actitud y capacidad críticas, la
anegación de esa capacidad conduce a la falta de crítica, de discriminación, de
opinión. Con todo lo cual se asienta la ignorancia de por vida. ¡Qué mayor
pérdida es, si no, la capacidad de interés, de saber, de conocer, que es adonde
conduce la curiosidad primitiva infantil!
Seguid y observad a un niño desde que
nace hasta su adolescencia y juventud. El comienzo de la vida es un despliegue
de acción. Todo lo quiere tocar, ver, experimentar. Todo él es un torbellino.
Siente curiosidad por todo, se apasiona por ello, irradia interés y vitalidad…
Hacia los 4 años vemos con estupor como todo esto se va apagando. La escuela ya
acaba con el interés, empieza la rutina y la desmotivación.
Inculcación de una ideología.- La represión
del deseo de hacer, -que como hemos
visto, anula la capacidad de ser, así
como la capacidad de interesare por lo que pasa en el mundo, siembra y
acrecienta la
idea de una autoridad que es la que solo puede hacer. A la que los
demás debemos
obedecer. La educación se fragua en la familia. Los padres son en
primer lugar los representantes de toda autoridad. Ellos son los que saben, los
que imponen las normas, los castigos, el orden que se ha de seguir. El padre es por
antonomasia el símbolo y la encarnación de la autoridad. Esto
implica también que la sociedad sea fundamentalmente patriarcal y machista. La
imagen del padre y de la autoridad será
proyectada después sobre todo aquél que tiene un poder, un saber, una riqueza:
los padres, los mayores, el maestro, el médico, el cura, el patrón, el que
tiene el dinero o el poder, los que gobiernan. El alcalde, el presidente de lo
que sea. El ministro, el papa. Dios en último término como máximo representante
de la autoridad. Todos ellos simbolizan el orden establecido. Solamente al
conseguir alguno de esos rangos se puede llegar a mandar a los que están por
debajo. –Estructura
jerárquica- Esa ideología implica la obediencia al orden establecido
como si ella fuera la ley de la vida. Por un lado, a la vez que se establece el temor a la autoridad, se
establece también la admiración a esa autoridad. Temer y admirar. Temo al padre y
le admiro por lo que vale y representa, levanto un mito. Le temo pero quiero
llegar a ser como él. De modo que tenemos que prepararnos para ser como ellos.
O para estar a su lado obedeciendo e implantado a la vez, su ordenamiento, porque
estando a su lado puedo conseguir favores y beneficios, incluso llegar a dar
nuestra vida si su ordenanza lo necesita.
La iglesia o la patria es esa arcadia por la que
todos, llegado el caso, hemos de sacrificarnos. Esa ideología o
religión supone la implantación también de un esquema mental rígido, cuadriculado, estrecho, de aquello que hemos de pensar e incluso de
sentir. De tal modo que llegamos a no poder imaginar ni concebir algo distinto
a lo establecido. La ideología y la religión nos ata, quedamos al servicio
de una idea. Una idea y de una creencia contraria a nuestras necesidades naturales reales. Nos
sacrificamos por el jefe y la ideología. Le amamos para que nos dé sus migajas.
Nos convertimos en sus esclavos. Y
podemos llegar a matar o morir por defenderla. La
ideología modifica la estructura psíquica de las personas, se reproduce y se
convierte en una fuerza activa en contra de las necesidades reales –económicas
y vitales- de las personas.
Egocentrismo. Al
no ser satisfechas las necesidades vitales más básicas, aquellas que nos
realizan como seres humanos, desarrollamos la carencia más primigenia también: no
somos nosotros, somos solo un simulacro de lo que pudiéramos haber sido. No
somos independientes, no estamos autorrealizados. Si el acto autónomo de hacer nos empodera, ahora quedamos desempoderados,
desrealizados, desposeídos. Un ser que no se ha hecho como ser no puede pensar
en otros seres. No puede ser altruista. Es en el fondo un egoísta y un
narcisista. Obedece al que tiene el poder pero no se preocupa de él más que en
esa medida. Y a los demás, a los que no tienen el poder, intenta dominarlos,
engañarlos, manipularlos. Su frustración, su no ser, su complejo de
inferioridad se descarga contra los demás que puede, aquellos que son inferiores a él. A los demás se les ve como
antagonistas contra los que hay que luchar. Piensa que el hombre es un lobo
para el hombre y así ha de comportarse. Los demás son enemigos, contra los que
hay que estar alerta y luchar. Ha de aprovecharse de los demás. Ha de subir en
el escalafón a costa de los demás.
Luego, el esclavo ama al amo
por que le han educado para ello. Mejor dicho, le han domesticado. En la base
de todo está la represión de los impulsos vitales naturales, el de explorar el
medio y conocerle a la vez que hacerse a sí mismo. Esto acarrea su frustración
y desrealización como ser autónomo libre e independiente. Le hace desentenderse
del mundo circundante y de los otros. Con lo cual pierde todo su interés por el
mundo de donde se deriva la ignorancia, y se convierte en un individuo egoísta
que solo ve a los demás como enemigos contendientes. Esto se refuerza con la
inculcación de la ideología autoritaria implícita en la educación represiva
autoritaria: la obediencia, el miedo, y la admiración a la autoridad.
Implicando además un esquema mental rígido y cuadriculado incapaz de concebir
otras formas de ser y de pensar. Esto viene reforzado a la vez con el
cercenamiento de la exploración del entorno, del desinterés por el mundo, la
implantación de la ignorancia, la falta de motivación por conocer, por leer, por saber.
Todo esto consolida la
formación de ciudadanos peleles y marionetas, cuya única función en la vida es
vivir para trabajar y obedecer. Aquí está ya sentado y sembrado todo el germen.
Pero aun
así, el poder despliega otros poderes para que en el transcurso se escapen los
menos posibles, porque ese yugo impuesto desde la cuna puede romperse de muchas
maneras. Para que esto no ocurra o se dé lo menos posible, resulta que el poder
está detentado por sociópatas, gente sin escrúpulos, sin ninguna empatía, que engañan, manipulan,
mienten y roban. (Una o quizá la principal característica del sociópata es
alcanzar el poder porque de esa manera cumple mejor sus necesidades de dominio
y manipulación.) Gente que paradójicamente han sido también reprimidos en sus
impulsos vitales primarios, pero que al contrario que la gente común han
llegado a ocupar la autoridad, porque la
lucha que han desplegado para llegar arriba es mayor, disponen de más medios
para ello, son más agresivos, son auténticos depredadores.
En épocas pasadas
imponían férreas dictaduras mientras que ahora han aprendido por sus
manipulaciones a aparentar ser demócratas. Las leyes que imponen son más
sofisticadas. Además de esto controlan los medios de comunicación, radio,
televisión, prensa, etc. haciendo que estos medios solo digan las cosas que a
ellos les interesan. Sin olvidar los programas estupidizantes.
Aportaciones Bibliográficas
1.
Del acto al pensamiento – H. Wallon – Editorial
Psique – Buenos Aires 1987
2.
La función del orgasmo – W Reich – Biblioteca
de psicología profunda - Editoral Paidos
– Buenos Aires 1972
3.
Psicología de las masas del fascismo - W Reich
- Editorial Ayuso – Madrid 1972
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